jueves, 9 de octubre de 2014

En las épocas de antaño la filosofía del fútbol era totalmente distinta a la de hoy en día. No existía la palabra marketing, no habían millones de euros en el medio, no habían escuelas ni paradigmas para aprender y conocer de fútbol, por lo tanto la mentalidad de los jugadores era otra: ganar por la gloria, jugar por la camiseta. Así de sencillo. Las blusas se transpiraban hasta el cansancio en busca de tocar el cielo lleno de estrellas. Y para conseguir el objetivo deseado los entrenadores plasmaban en el campo de juego tácticas audaces y claramente ofensivas. La cautela y el temor no existía. No habían esquemas conservadores como sí se ven hoy en día que muchas terminan por aburrir a la afición y, muchas veces, ni siquiera terminan dando resultados. El fútbol reclama goles. El fútbol necesita de goles y jugadas de ataque.
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Repasemos entonces cómo el fútbol en la antigüedad era totalmente diferente al que se practica hoy en día. Uruguay, por ejemplo, consiguió sus primeras dos copas mundiales Jules Rimet con un sistema muy ofensivo que presentaba cinco delanteros. Sí, leyó bien, desde el primer minuto el entrenador Supicci paraba en cancha cinco hombres en función de ataque y generalmente el juego recaía en la mítica figura del cinco, un autentico motor y canalizador del juego conjunto. Con esto, la disposición táctica se planteaba de la siguiente manera: 2- 3- 5. Algo que hoy en día es imposible encontrar en el fútbol moderno, sobre todo un esquema en el que se defienda con solamente dos hombres como lo hacía aquel Uruguay con Nasazzi y Mascheroni que se movían por todo el sector defensivo y despejaban con una fuerza brutal.


En el medio campo Andrade y Fernández eran los encargados de llevar a cabo la función de destrucción para que los cinco delanteros Gestido, Dorado, Scarone, Cea e Iriarte buscaran convertir la mayor cantidad de goles posibles. Los constantes desbordes sometían a cualquier rival y el asedio de tantos hombres en ataque no se podía contener. Con esta fórmula planteada, la selección uruguaya causó una revolución en el planeta y así obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1924, 1924 y los campeonatos del Mundo en 1930 (en esta cita por ejemplo terminó con 15 goles a favor y nada más que tres en contra) y 1950. En este último los dirigidos por Juan López conservaron la misma disciplina táctica que en los años anteriores pero lógicamente cambiaron los nombres. ¿El funcionamiento? No varió para nada. Eso sí, los uruguayos tuvieron la virtud de encontrar a los hombres adecuados para llevar adelante este audaz sistema que lo condujo a ser una potencia Mundial.


Luego el fútbol cambió. Cambiaron las épocas y las necesidades. El mismo Uruguay audaz y ofensivo se convirtió en un equipo mezquino y con poco traje ofensivo. A partir de esa variante, los charrúas ya no ocuparon las primeras planas internacionales y la historia forjada en base a los planteos súper arriesgados quedaron en el olvido y el mundo sólo se ocupó de hablar de la alegría brasileña de los años 1958 al 1974: En Suecia Brasil deslumbró al mundo con un innovador y eficaz sistema 4- 2- 4, que evolucionaba en 4- 3- 3, gracias a la incorporación de Zagallo al centro del campo, la versatilidad de los laterales y sus incorporaciones al ataque con Pelé como estandarte. La brecha iniciada por Brasil continúo y todo hacía indicar que el fútbol defensivo que los ingleses querían impartir se terminaba. Holanda cautivó y sólo le faltaron los resultados cuando Rinus Michell aplicó en 1974 su idea del fútbol total. "La Naranja mecánica" como la llamaron en esa época nunca renunciaba a la posesión del balón, la defensa jugaba muy adelantada (para hacer retroceder a los delanteros rivales) y los 11 jugadores eran capaces de jugar en cualquier posición. Ver jugar a esa selección causaba alegría y contagiaba dentro y fuera del campo. Pero esa filosofía no pudo perdurar en tiempo y de a poco el fútbol cambió su identidad. Ya no se jugaba por la camiseta, tampoco por la gloria. Todo se convirtió en dinero, dinero y más dinero y por ello entró en juego la obsesión por conseguir resultados, lo que obliga a planteamiento más miedosos y cautelosos. Así entonces, de a poco todo derivó en el discreto 4 -4 -2 que presentan la mayoría de los equipos en la actualidad. Parece que todo tiempo pasado fue mejor.

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